Una historia de amor



En el segundo trimestre del año 2000, contando un servidor con unos siete años y medio aproximadamente, me regalaron "Harry Potter y la Piedra Filosofal". No recuerdo con exactitud la fecha, ni tan siquiera quiñen me lo regaló. Aún dudo si fue mi hermana o fueron mis padres a recomendación de mi hermana. Casi es mejor conservar esa duda "mágica" y decir que fue un regalo de los tres.
Lo que si recuerdo es que no fue un regalo ligado a ningún evento como cumpleaños o santo, sino que fue algo espontáneo. El motivo, muy sencillo: recuerdo a mi padre decir que había escuchado que era un libro que se estaba haciendo muy famoso en el mundo y que casi seguro que me gustaría. Y con estas premisas tan simples, comencé algo tan complejo como es leer Harry Potter por primera vez en mi vida.                       
Lo que pasó a continuación fue una lección de vida que siempre tendré presente: cuando no llevaba apenas cinco páginas, estaba tan aburrido que dejo de leer. Sumando que era el primer “libro sin dibujos” al capítulo inicial que narra el día del tío Vernon, casi dejo de lado la saga más importante de mi vida. Y no puedo sino sentirme orgulloso de mi yo de siete años, porque decidí seguir el libro, darle una verdadera oportunidad, a razón de que me habían regalado ESE libro expresamente y sin ningún motivo. Algo debería tener para tanta molestia, ¿no?                        
Tras esa segunda oportunidad llegó un verano acompañado de "La Cámara Secreta", "El Prisionero de Azkaban" y "El Cáliz de Fuego", estando ya más que servida mi pasión por el mundo mágico. Con el "mundo mágico" no me refiero a Hogwarts y al Callejón Diagón, sino al mundo de la lectura.
De primeras no fue fácil, porque tenía pavor a que si leía otros libros me olvidaría de Harry Potter y, si tenía algo claro, es que nunca quería olvidarme de ese universo. Pero al final mi padre me convenció a leer la saga de "Los Cinco" de Enid Blyton y ya desde ahí, no hubo más temores, solo ganas. Además, cumplí mi promesa de no olvidarme de Hogwarts, recibiendo como mínimo una vez al año la carta donde me invitaban a comprar un caldero de peltre, túnicas y una varita.
Hoy han pasado (aproximadamente) unos diecisiete años desde el comienzo de esta historia y en ellos, cientos de aventuras y desventuras, además de haber regresado a Hogwarts por primera vez en veintitrés ocasiones. Gracias a Harry, Ron y Hermione conocí con gusto a Frodo, a Alonso Quijano, a Peter Parker y a Max Estrella. He vivido años de espera a nuevos libros, he vivido multitud de vidas y recorrido innumerables universos. He sufrido colas en el cine y mantenido conversaciones de horas sobre la política de Poniente. En definitiva, me he convertido en la persona que soy hoy día.                       
Y no es hasta hace bien poco, concretamente hasta la vigesimotercera vez que comencé la saga (esta vez en su idioma original), cuando me di cuenta que la de Rowling es una saga de libros de amor: amor de padres a hijos, falta de amor de tíos a sobrinos, amor de profesores a sus alumnos, amor entre amigos, amor de pareja, amor no correspondido, el origen del principal problema, la falta de amor y dejando de regalo final, el amor por la lectura. Es el mensaje más poderoso que transmite y ha imbuido en mí, el cual queda bien resumido en la voz de Dumbledore al afirmar que "el amor es una fuerza que es más hermosa y más terrible que la muerte", quedando perfectamente claro que esta saga no es más que una simple historia de amor.                       
Draco Dormiens Nunquam Titillandus

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